Crónica del convento de capuchinos Extramuros de Pamplona (1679-1833)

 

Ya esta disponible para su consulta en nuestra Biblioteca la obra «Cronica del Convento de Capuchinos Extramuros de Pamplona (1679-1833)» que el Gobierno Navarra ha publicado recientemente en su coleccion Historia con el numero 133. En esta obra se publica íntegramente el manuscrito de nuestro Archivo «Libro de anotaciones, en que se describen las cosas más especiales, que ban acaeciendo en el gouierno de este Conuento de Pamplona desde el año 1679 …» y han intervenido 3 religiosos de nuestra Fraternidad: Vidal Pérez de Villareal (+) con la primera transcripción, Tarsicio de Azcona con la introducción y revisión y con el prólogo José Ángel Echeverría.

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En la cubierta trasera se presenta de la siguiente manera:

«La crónica del Convento de capuchinos Extramuros de Pamplona, que abarca desde las últimas décadas del siglo XVII hasta las primeras del siglo XIX, es una fuente primaria para el conocimiento de la historia de la Orden capuchina en Pamplona y Navarra, y de la ciudad de Pamplona, es decir, de las relaciones existentes entre los distintos estamentos sociales y de los poderes, el político y el religioso, que vertebraban aquella sociedad en plena época del Barroco y del tridentinismo. Ambas dimensiones se entreveraban dando un colorido especial a las relaciones sociales, políticas y religiosas.

El convento fue desde su fundación (1606) foco de irradiación de la Orden capuchina en Navarra y Guipúzcoa. Cuando la custodia de Navarra y Cantabria fue elevada a provincia (1679), dicho cenobio adquirió una posición todavía más elevada, pues se convirtió en el convento matriz, llamado a mantener relaciones del máximo nivel con las autoridades del reino, del Ayuntamiento de la ciudad y de la mitra iruñesa. Al mismo tiempo pasó a ser sede del ministro provincial y se consolidó como casa de estudios (teología), donde ser formaban a los futuros sacerdotes capuchinos.

Por otra parte, las páginas de la crónica nos desvelan las relaciones estrechas que el convento mantenía con las autoridades del reino, sobre todo con los virreyes, con el Ayuntamiento, por medio de los regidores que formaban parte del Patronato Amasa, propietario del convento, y con las autoridades eclesiásticas que presidían el Patronato.

La crónica es un retrato fiel de la sociedad barroca y tridentina, y del encaje del convento dentro de ella. Esto se ve en las visitas que hacían al convento personajes de diversa índole, con el debido protocolo; en las honras fúnebres por los reyes, virreyes y obispos y en sus respectivas entronizaciones; y en la exuberancia y prolijidad con que celebraban la beatificación y canonización de sus beatos y santos.»

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