historia_vice_cente_1FR. ESTEBAN DE ADOÁIN

Quería que le llamaran Fray Esteban de Adoáin. Fue seguramente el más grande misionero católico popular del siglo XIX; figura influyente y controvertida en países como Venezuela, Cuba, Guatemala y El Salvador.

Pero apenas pudo predicar en España donde solo residió, fuera de sus primeros años, los cuatro últimos de su vida. Un capuchino, al que le tocó vivir en el siglo de la dispersión de órdenes religiosas dentro del mundo español e hispanoamericano, empeñado en dos facetas principales: la evangelización de las gentes más pobres y la restauración de la vida capuchina en los conventos.

Quedan muy pocas fotos, tomadas a su vejez, y pinturas o estatuas que se han hecho después con esas imágenes. Persisten las historias de la increíble atracción que suscitaba en auditorios inmensos. Y el halo que arrastraba de integridad, austeridad y entrega a su vocación. En sus últimos años españoles le llamaban “el capuchino santo”.

 

historia_vice_cente_2LOS INICIOS Y LAS CLAVES. Adoáin, el origen

Esteban nació en Adoáin, un pueblecito navarro hundido entre las estribaciones del pirineo. Hasta los veinte años fue pastor y labrador en ese mundo minúsculo.

Sin embargo, pronto va a ponerse en movimiento continuo: incesantes viajes, cruzando océanos o recorriendo naciones que en su niñez ni siquiera supo que existían.

¿Qué fue lo que le hizo salir hacia una vida de tanta aventura?

Él solo quiso ser capuchino. Es decir, de los frailes más austeros y pobres de su tiempo, de los más cercanos al pueblo llano de donde él procedía. Él quiso entregar su vida a la causa de Dios, a la evangelización de los pueblos. Fue precisamente esa entrega radical, la que lo llevó, de una manera que nunca eligió ni pudo presentir en su niñez, a ser luego el apóstol de varias naciones y de pueblos tan variados como inesperados.

 

historia_vice_cente_3LOS INICIOS Y LAS CLAVES. En un siglo convulso

En 1808, cuando el misionero nace, se iniciaba la guerra de la independencia contra los invasores franceses. Le iba a tocar vivir un siglo convulso con la perpetua reyerta entre conservadores y liberales, tanto dentro de España como en las naciones americanas donde predicaría. Un siglo lleno de violencias, alzamientos y desórdenes.

En España transcurre el siglo marcado por las guerras carlistas y cantonalistas. Esteban pertenece, por lugar de nacimiento, educación y temperamento al bando tradicionalista. Al liberalismo, como hacía la Iglesia de su tiempo, lo considerará “el mal del siglo”.

Con 20 años inicia sus estudios con los capuchinos en el convento de Cintrúenigo (Navarra). La primera guerra carlista, el Decreto de Desamortización de Mendizábal, con el sucesivo cierre de conventos, marcan a fuego sus primeros años de religioso.

 

historia_vice_cente_4LOS INICIOS Y LAS CLAVES. Ampliando horizontes

Entre los años 1835 y 39 serán suprimidos los conventos capuchinos de la Provincia de Navarra; otro tanto ha sucedido con los de España. Esteban no es de los religiosos que aceptan vivir exclaustrados, como párrocos rurales o refugiados en sus casas. Al abandonar su querido convento de Pamplona, no lo sabe, ¡pero tardará más de cuarenta años en regresar y poder vivir como capuchino en España!

Decide incorporarse a un convento de capuchinos en Senigalia (Italia) donde aprende italiano y, sobre todo, se ejercita como predicador de misiones populares.

Tras dos años de aprendizaje, rotas las amarras personales, contando con 33 años, el misionero se pone a disposición de los superiores de la orden y puede decir: ¡estoy dispuesto, envíenme a donde quieran!

De esa manera, es la unión de las circunstancias históricas y la decisión personal las que lo lanzan a un viaje que va a tener muchas escalas y una gran repercusión evangelizadora.

 

historia_vice_cente_5EL DESARROLLO DEL MISIONERO. Venezuela

Invitado en 1842 a ser misionero entre infieles, sin señalarle el destino, entiende la oferta como un cambio sustancial de vida. No sólo cruza el mar, también va a ser un salto hacia lo desconocido.

El encargo fue Venezuela, país que había sido misionado, antes de su reciente independencia, por los capuchinos. Cinco provincias españolas tuvieron allí su misión, con más de 200 frailes y la creación de 254 pueblos de indios. Pero no quedaba nada de aquello desde el año 1830: ni misiones en Venezuela, ni provincias capuchinas españolas.

Esteban va en pos del Reino de Jesucristo, pero, en realidad, se va a dar de bruces con el mismo problema político que le expulsó de España. Logra llegar a la Misión del Apure, entre indígenas, pero la enfermedad y la política le expulsarán del país poco después, en 1845. Regresó a Marsella y de nuevo intenta la Misión Venezolana en 1847.

Para entonces se ha convertido ya en un misionero célebre, seguido por miles de oyentes. Pero la pugna con los políticos liberales lo lleva a la persecución, a la cárcel en Caracas y, finalmente, a la salida definitiva del país a fines de 1849.

 

historia_vice_cente_6EL DESARROLLO DEL MISIONERO. Cuba

Esteban está en La Habana en enero de 1850.

Cuba era, junto a Puerto Rico y Filipinas, el último reducto del imperio español. Permanecerá seis años en la isla, sobre todo en Santiago de Cuba y su región, consiguiendo unos registros de misiones predicadas y desplazamientos por buena parte de la isla que aún hoy asombran.

Lo que marca la vida del capuchino en esta etapa es su encuentro con S. Antonio Mª Claret, que llega entonces como arzobispo de Santiago y en cuyo equipo misionero actuará cinco años.

La imagen de estos años es la del misionero que va de pueblo en pueblo, enarbolando el estandarte de la Divina Pastora, predicando intensas misiones. Ese gastarse día y noche, con jornadas increíbles de trabajo, la pobreza absoluta, la cercanía a los más desdichados, la atención a los apestados, le hacía sentirse apóstol franciscano. La fama que le acompañaba iba creciendo como una gran ola.

 

historia_vice_cente_7EL DESARROLLO DEL MISIONERO. Guatemala y El Salvador

A finales del año 1856 llega al convento en La Antigua, la vieja capital de Guatemala. El misionero permanecerá 16 años entre Guatemala y El Salvador. Naciones, sobre todo la primera, de gran mayoría indígena.

Es la etapa más larga de apostolado y extraordinariamente rica en éxitos resonantes. Esteban se va a convertir en el más conocido misionero de esos países, asediado siempre por multitudes que hoy parece imposible de convocar, apaciguando pasiones populares en naciones metidas de continuo en guerras civiles entre conservadores y liberales, venerado como taumaturgo; concentrando en su persona tal influjo popular, que se siente temido y utilizado por los partidos políticos en pugna, convertido en árbitro de toda una nación, hasta alcanzar las proporciones de un mito.

“El P. Esteban de Adoáin no era el único misionero capuchino, escribió uno de sus compañeros guatemaltecos; pero era el más grande de todos ellos, una verdadera gloria no sólo de los capuchinos de Centroamérica, sino de toda la Orden”. En 1872, Esteban será expulsado, una vez más, bajo la amenaza de las armas, hacia el destierro de EEUU.

 

historia_vice_cente_8LA RESTAURACIÓN CAPUCHINA. A las puertas de España

Es el año 1873, le quedan a Esteban apenas siete de vida. Va a seguir con su propósito de muchos años atrás: no estar nunca ocioso. De ahora en adelante, sin abandonar la predicación, destinará lo que le queda de vida a su más íntimo propósito: la restauración de la vida capuchina en España que sigue impedida por medidas políticas y también entorpecida por problemas internos.

En España hay de nuevo república ese año y rebelión carlista en el norte. Esteban está en Bayona y hace un larguísimo viaje a pie hasta la corte carlista de Estella. Enferma por el gran esfuerzo y, definitivamente, queda desilusionado de esa causa política, vista la frivolidad en el entorno del pretendiente carlista mientras los soldados mueren en los frentes. A comienzos de 1876 los carlistas son derrotados definitivamente y muchos capuchinos pierden la esperanza de la restauración.

Pero Esteban sabe que la fe permanece en España, más allá de las banderías políticas. Y es en ese momento cuando, en la última vuelta de su vida, se le ofrece la posibilidad de vivir, dentro de España, en convento.

 

historia_vice_cente_9LA RESTAURACIÓN CAPUCHINA. La vida capuchina en España

En marzo de 1877 se instala en Antequera “para dar principio a nuestra restauración”. Antes de la Misión, pasean en procesión la imagen de la Divina Pastora, su escudo y guía. El éxito supera todo lo imaginable. La figura y palabra del capuchino gana el fervor popular.

Esteban, nombrado Vicecomisario general de los capuchinos españoles, gasta el año 1879 prácticamente en viajes, pues ese año trae la apertura consecutiva de conventos, no ya en Andalucía, sino en toda España: Montehano, Arenys de Mar, Masamagrell, Pamplona, su querido convento, que recupera 45 años después de la huída de los frailes…

Gastado ya de la brega incesante que fue su vida y muy cerca de su muerte, al renunciar a su cargo de Comisario dice: “hay seis conventos y a cualquiera de ellos me puede destinar”, y firma como “Provincial de Andalucía”. Justo en la tierra donde, guardando hasta el final una coherencia magnífica de vida y pensamiento, va a morir sobre una tarima, sin nada que defender, fuera de su vida religiosa a la que ha servido de la mejor manera que pudo entender.

 

historia_vice_cente_10LA RESTAURACIÓN CAPUCHINA. El final de su vida

Los capuchinos regresaron a Sanlúcar a finales de 1877; cuarenta y dos años después de su salida. En la primera misión que allí predicó Esteban, a principios de ese año, más de 13.000 personas habían asistido, en la plaza del convento, a la bendición final.

Sanlúcar fue su residencia ordinaria en sus últimos meses de vida. Entre los sanluqueños quedaría, por mucho tiempo, el recuerdo de hechos que atestiguaban su fama de santidad, su don de profecía y de milagros. Popularmente era conocido como “el capuchino santo”.

Falleció en esa ciudad al amanecer del día 7 de octubre de 1880. Miles de personas desfilaron ante su féretro durante dos días. Fue enterrado en el cementerio del convento de capuchinos y más tarde trasladado al panteón actual donde descansan sus restos. Uno de sus compañeros escribió: “Fue grande en obras y virtudes, y nuestro más célebre misionero en los tiempos presentes”.

 

EXPOSICIÓN SEGUNDO CENTENARIO P. ESTEBAN DE ADOAIN